Tal como temía Garion, el tema favorito de conversación de Relg era el pecado y el joven se asombró de la cantidad de cosas que el fanático consideraba pecaminosas. Olvidarse de rezar antes de una comida, por ejemplo, era una falta grave. Mientras Relg recitaba la tétrica e interminable lista de fallos, Garion descubrió que casi todos sus pecados eran de pensamiento y no de obra. Uno de los asuntos que Relg traía a colación una y otra vez era el de los pensamientos lujuriosos sobre las mujeres, y, a pesar de la vergüenza del muchacho, el fanático se regodeaba en la minuciosa descripción de estos pensamientos.
-Las mujeres no son iguales a nosotros, por supuesto -le confió una tarde mientras cabalgaban-. Sus mentes y sus corazones no son tan puros como los nuestros y usan sus cuerpos con premeditación para tentarnos y hacernos caer en el pecado.
-¿Por qué crees que es así? -preguntó Garion con cautela.
-Sus corazones están llenos de lujuria -declaró Relg con terquedad-, y encuentran un placer especial en tentar a los hombres de bien. Es verdad, Belgarion, la astucia de estas criaturas es increíble. He descubierto pruebas de su ruindad incluso en las señoras serias, las esposas de algunos de mis más devotos seguidores. Siempre te están tocando, rozándote como si fuera un accidente; se arremangan sus túnicas con descaro para mostrar sus brazos redondeados o las levantan dejando al descubierto sus tobillos.
-Si eso te molesta, no las mires -propuso Garion.
Relg ignoró su sugerencia.
-He pensado en prohibirles que se acercaran a mí, pero luego comprendí que mi deber era vigilarlas para prevenir a mis seguidores de su conducta corrupta. Hubo un tiempo en que creí que debía prohibir el matrimonio entre mis fieles, pero los ancianos me dijeron que de ese modo perdería a los más jóvenes. Aun así, todavía creo que podría ser una buena idea.
26 junio, 2012
Si eso te molesta, no las mires
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